El origen de la conmemoración del 8M está en un suceso dramático ocurrido en El 8 de marzo de 1857 que marcó la historia del trabajo y la lucha sindical en el mundo entero, cuando 129 mujeres murieron en un incendio en una fábrica de la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, luego de que se declararan en huelga a raíz de las condiciones laborales en las que trabajaban. Situación que sirve para ilustrar, por un lado la situación de explotación a la que eran sometidas las obreras –y obreros- y, por otro, para visibilizar el protagonismo que han tenido las mujeres a lo largo de la historia, y como no sólo han sido testigos de ésta, sino que han participado activamente de los cambios y transformaciones económicas, políticas, culturales y sociales que han sucedido en el mundo entero.
En el año 1975 las Naciones Unidas declara oficialmente el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer, instancia en la que ONU señala que este reconocimiento "se refiere a las mujeres corrientes como artífice de la historia y hunde sus raíces en la lucha plurisecular de la mujer por participar en la sociedad en pie de igualdad con el hombre". No obstante y a pesar de los avances registrados en diferentes partes del mundo, la desigualdad persiste y se expresa en los distintos ámbitos de la vida privada y pública de las mujeres, situación que se agudiza cuando a la variable género se suman otras como la clase social, la edad, la raza, pertenencia a pueblo originario, situación migratoria y otras que derivan en discriminación.
Las crisis que han afectado a la humanidad durante la historia las que, si bien tienen efectos devastadores en la sociedad en su conjunto, también son una muestra de que pueden tener consecuencias que aumentan la desigualdad y que terminan teniendo un impacto más profundo en las mujeres, especialmente en las que se encuentran en una situación de vulnerabilidad. Un ejemplo de ello, es la violencia que ha afectado a las mujeres durante la actual crisis sanitaria, donde se reportó un aumento de las cifras de denuncia en los distintos países del mundo a propósito de las medidas de confinamiento impuestas que se constituyeron en barreras para las mujeres limitando sus posibilidades de acceder a las redes de apoyo familiar e institucionales. En el caso de Chile, se produjo un aumento significativo en el número de llamados al fono 1455.
Gracias a los movimientos feministas en Chile y en el mundo, desde finales del siglo XIX y hasta hoy en día las mujeres y niñas continúan avanzando en los distintos ámbitos de la sociedad; accediendo a la educación superior, al derecho a voto, al mercado laboral, a los cargos de decisión política, sin embargo, las brechas persisten y responden a un orden de género jerárquico que legitima la desigualdad y en ocasiones la naturaliza. Desigualdad que también persiste entre países ricos y pobres y que pone a las mujeres de estos últimos países en una especial situación de vulnerabilidad. Al respecto los organismos internacionales alertan sobre la necesidad de tomar acciones e implementar medidas legislativas que en el marco de los tratados de DDHH a los que los Estados, incluido el de Chile, han adherido aborden las inequidades que persisten, pero que también protejan y garanticen el ejercicio de los derechos de mujeres y niñas.
Las inequidades que afectan a muchas mujeres en su vida adulta comienzan en la infancia y se mantienen durante la adolescencia y obedecen a una construcción social y cultural de género que a pesar de los avances experimentados por las nuevas generaciones, continua con un proceso de socialización binario que mediante los roles de género establece una clara diferenciación entre lo masculino y lo femenino limitando las posibilidades de desarrollo de niños y niñas, pero especialmente de estas últimas. Una expresión de esta situación la constituye el hecho, que del total de adolescentes y jóvenes NINI que “ni estudian ni trabajan” el 8,8% corresponde a hombres y el 23,9% a mujeres, quienes señalan como motivos para no hacerlo el “cuidado de NN, adultos mayores u otros” en un 33,2% y los “quehaceres del hogar” en un 35,7%. En el caso de los hombres esta cifra asciende a 0,9% y 5,1% respectivamente. (CASEN, 2017).
En suma, la desigualdad de género persiste, y se requiere de esfuerzos de la sociedad en su conjunto para continuar avanzando, del Estado en materia de la implementación de políticas públicas y de legislación que resguarde los derechos de las mujeres y de las Sociedad Civil que promueva las trasformaciones y lleve a cabo los cambios que se necesitan en materia de ejercicio de derechos y acceso a la toma de decisiones exigiendo que éstos sean coherentes con los principios de equidad e igualdad.
World Vision Chile cuenta con material que puedes descargar, que aborda temáticas relacionadas con la desigualdad y la violencia de género con foco en la niñez, adolescencia y familias que te invitamos a revisar y compartir. https://www.worldvision.cl/material-de-apoyo
Nuestro propósito es contribuir a la igualdad de género y al empoderamiento de niñas y mujeres; abordando las causas de la discriminación y la violencia (ODS 5), y por supuesto en un día como hoy que se conmemora Día Internacional de la Mujer, saludar y motivar a las niñas y adolescentes para que sean parte del cambio y asuman el protagonismo en la construcción de una sociedad más justa, inclusiva y sostenible para todos, todas y todes.